Máscaras y Rostros (1996)


1. Umbra melancolía

Umbra melancolía,
umbra de viajeros,
de pálidos huéspedes
pernoctando en ti,
delirando en tu interior,
sacudiendo tus noches.

¿Qué en su equipaje,
qué en sus viejas alforjas
con el viejo perfume
de cuartos solitarios,
de viejas habitaciones
en viejos inmuebles?

Polvo de siglos, atmósfera rancia
de rancio espacio opreso,
hollín de desgaste.

Polvo de caminos
clavados contra el suelo,
de miserables atuendos
sin cesar repetidos,
de carcomidas paredes.

Umbra melancolía,
umbra de visitantes
arribando muy tarde,
de pronto, en invierno,
con su insólita carga.

Mañana al alba, Claire,
mañana al alba ventanas
de par en par abiertas,
remoción de sábanas,
las puertas sacudidas.

Mañana al alba, Claire,
mañana, mañana al alba,
mañana, mañana, mañana.


4. Número

Número sombría identidad
de visitantes,
sombría máscara errante,
migrante domicilio
de cartas y retratos,
equipajes e insomnios.

Casi imperceptibles,
casi de ficción llegando,
adviniendo en fuga
con su ímprobo séquito,
caudalosos de misivas.

Todos los que entonces, Claire,
todos los que desde entonces
fantasmal aparición
en la penumbra,
relevo de asiduos,
ávidos visitantes,

todos número identidad,
número perfil y rasgo,
número timbre y cadencia.

¿Quién ahora, quién,
quién ahora que tañidos,
ahora que errantes máscaras,
quién, cuál con retratos,
cuál con su ímprobo equipaje?

Sí, número identidad,
número todos nosotros.


5. Heliotropos

Cualquiera que a la adolescencia
de los heliotropos,
cualquiera que su aprendizaje
de agrario habitante
atento al rocío,
versátil en sus tendencias…

De alguna manera,
de alguna manera instinto,
mucho de congénito,
de intrínseco y atávico
en su lúdica danza,
su lenta danza en arrobo.

Pero la larga espera,
la larga vela de armas
en el salón agreste,
su inmóvil desconcierto
hasta los arreboles…

Como si las direcciones,
como si el cardinal movimiento terrestre
lento en su discipulado,
penosamente adquiriendo.

Entonces cualquiera
que a los heliotropos
en su adolescencia,
a su duro aprendizaje
desnudos en los campos…

En fin, también los geranios,
la rubicunda amapola
y el divertido homo erectus
azar y peripecia,
estoico discipulado.


8. Claire

Un puñado de palabras
sueltas al viento,
eternas en la geografía,
sonando en los siglos
su tenaz proclama,
libres pájaros de luz
iluminándote, esposa.

Irás por toda la tierra
hasta que el viento fatigue
sus briosos corceles,
hasta que los ríos crucen
el límite del agua
y se nieguen.

La poesía, Claire,
el furor del fuego
sacudido en sus fraguas,
en lo íntimo del hombre
disuelto y nuclear
en su torbellino.

En su interior sagrado
crisálida, amor, tu vida,
adviniendo, adviniendo
sin transcurrir, sin llegar,
envuelta en los siglos.

Que tu claro nombre,
que tu existencia azul
no termine de ser,
no cese su luz
volando por la tierra.

Que un puñado de palabras
gire en la eternidad
sonando su canción
hecha de ti, esposa.


14. Camino a casa

Un racimo de turbia luz
para este cuarto a obscuras
camino a casa,
una lámpara de abejorros
tal vez, o de luciérnagas
tintineando a intervalos
su agonal llamarada.

Cualquier agua azul
de mineral transparencia
huyendo de las manos,
cualquier dádiva de hojas,
o el olor del eucaliptus
volcado en la senda.

Las señales, por Dios,
el hilo de Ariadna
por las estrellas,
el cántico de lechuza
en las intersecciones,
el nogal, la barracuda.

Las corrientes propicias
para mi balsa,
el Lucero del Sur
y las Tres Marías,
los arrecifes patrios.

Pero no morir, no morir
aquí, sin tribales exequias,
no bajar a la tierra
impuro, amortajado
por un áspero clima
y extraterrestres manos.

Un vaso de sed, por Dios,
un báculo indócil,
una linterna ciega
camino a casa.


19. Hendidura

Una hendidura en el haz
de la conciencia,
una presión digital
de repentinos gritos,
o pasos persecutorios
a través de la fiebre,
remontando espesos sueños…

Incisivas imágenes
acuñadas con estupor
en tu banda sonora,
clandestinos huéspedes
infiltrados a hurtadillas
en tu recámara gris.

Contigo un pueblo secreto,
un anónimo caudal
de ávidas criaturas
depredando sueños,
atribulando noches.

Una vorágine insomne
su intrincada red febril
sobre mi expuesto sistema,
impune en sus correrías desde las sombras.

A veces, a medianoche,
mis ciegos centinelas
su débil voz de alarma,
-y bajo mi conciencia
un repentino hormigueo
de fantasmas huyendo.

¿Hasta cuándo, zapadores,
hasta cuándo, asaltantes
de las vías de regreso,
hasta cuándo intercepción,
fatal interferencia?

¿Hasta cuándo el circuíto
de la memoria,
hasta cuándo el despliegue
de sus finas dendritas
asolado por fechas
y gritos relampagueantes?

Hasta que los fantasmas
otra vez a la vertiente,
en su propia tiniebla.

Hasta que en el haz
la hendidura digital
mirándoos de frente,
para siempre su estigma.

Sí, hasta que en el sueño
con tu propio terror,
a solas contigo.


23. Animal recluso

Puro animal recluso
tras gastadas máscaras,
migrante prófugo
sin domicilio en el tiempo,
vagando por retratos
y sórdidas habitaciones.

Tal vez tu animalidad,
tal vez tu estricta carencia
de rasgos definitivos,
de perfil y de persona,
nada más que un subterfugio
del anónimo habitante.

Porque si en puntillas
al vino de uvas iracundas,
a lentos sorbos, reunido
en torno a viejas cepas,
en la etílica modorra
un huésped repentino
borrándose en la lucidez.

En el sopor de la embriaguez
un viajero sin destino
su efímera permanencia
en medio de los rostros.

Como si la persona,
si la genuina máscara
un ente clandestino
habitando a hurtadillas
en la dimensión del sueño.

Y el reclamo animal
tras las migrantes máscaras,
aullando de orfandad
en retratos y domicilios,
prófugo por el tiempo.


25. Fotografías

Un hombre sobre sus pasos
con documentos legales
y pálidas fotografías
con patéticos rostros.

Con rostros nunca existidos,
con rasgos que a la memoria
rotundamente ajenos,
inscritos sin continuidad
sobre cráneos vacíos.

¿A quién encontrar,
a quién reconocer
entre los vivos y los muertos,
adónde regresar
a seguir deambulando?

Pasos y domicilios
enterrados en la humedad
de la bruma girante,
irreconocibles, rotos,
sepultos con aullidos
de barcos zozobrando,
de perros mordiendo la noche.

¿Quién en las pálidas fotos
con su atónito gesto
de ladrón sorprendido
con rostros ajenos?

¿Quién con cuencas vacías,
con pupilas disueltas
en ansiedad y vergüenza?

¿A quién hablar, a quién,
a quién con rasgos rotos,
a quién con rostros vacíos,
huérfano de antecedentes?