Atribularia (2000)

1. Mañana de agosto

El día abierto de par en par,
arrojando su luminosidad
de novia intacta centelleante,
de doncella cada día en flor,
cada día iluminándome
de luz cada día consumida
y cada día reintegrada.

Astro de rutilantes diademas
beligerando en la conflagración
de gases genéticos desgarrados,

miles de edades tu hoguera cósmica
lamería el girante planeta,
miles de edades tu ojo incendiario
escudriñaría mi existencia
sin tocarme, oh, sin acercarse
a mi volumen óntico errante
por su dimensión peripatética
de númenes inescrutables.

Miles de edades tu clarividencia
hurgaría en mis íntimos distritos
sin encontrarme, sin reducir mi ser
a medida cuántica recuperable.

Y miles de edades me inclinaría
yo mismo hacia mi mar interior,
sin hallar al náufrago errante
haciendo inútiles señales
desde su inaccesible otredad.

Clara mañana de agosto
abierta de par en par
sobre cosas y existencias,
cada día tu extensión de luz
sobre mi existencia terrestre derramada,
cada día tu ígnita persecusión,
y cada día mi ser extraviado.

3. Transitoriedad

En la transitoriedad
de las sombras terrenales,
nuestras vidas de viaje
por un largo sueño, amor.

Nuestras vidas en camino
por un sueño de navíos
extraviándose en la niebla,
evaporándose en hebras,
fundiéndose en la irrealidad.

Por un sueño de bajeles
a la deriva en las aguas
de la gran inmensidad,
a la deriva en las sombras
de su transitoriedad.

4. Como regresando

Como regresando
desde nunca haber estado,
de tierras incógnitas
sitas en ninguna parte,
viejo de permanencias,
enjuto de travesías.

Desde ninguna estadía,
desde ningún lugar borrado
de los mapas y la memoria,
trémula la mano
sobre el báculo gastado.

Trasponer el umbral,
penetrar al salón,
mirar a través del cristal,
sentir retumbar el mar,
-¡el mar con sus deidades!

Y cerrar allí los ojos,
apagarme en un rapto
de olas precipitándose
contra mi corazón.

11. Aurora

Relumbrante belleza del día
emergiendo rubio y ceguescente
de la noche eléctrica extinguida.

En la tiniebla el relámpago
su fosforescencia azul restallada,
abierto su abanico intempestivo
sobre velocidades y distancias,
hasta alcanzar su luz incendiaria
en un segundo dormidas regiones.

Polémica de crueles elementos,
la tempestad sobrecogida
en su lidia horrísona erizada
de afiladas centellas parpadeantes,
ebria de atmosférica salud
en un océano gris encallada.

Toda la estremecida noche
su sonoridad de fiera herida,
rugiendo en el aire su ira de climas
inaplacables en su combustión
de elementos cósmicos desbandados.

Casi a pique en el sueño los seres,
forcejeando en el sordo naufragio
del agua sin fin precipitada,
contritos en su sutil membrana.

Pero ahora el sol su blonda armadura
de metal cósmico centelleante,
y el oriente ardiendo en fuego inicial,
fresco el día en la aurora bullente.

En esta fiesta planetaria
cerrar los ojos ciegos de trigo,
y conservar su magnificencia
de oro cósmico derramándose
detrás de los párpados clausurados.

14. Reloj persecutorio

El reloj persecutorio, amor,
el reloj y su flecha febril
tras nuestros pasos, rodando,
girando, girando en la majestad
de su imperio indestructiblemente
fijo en el movimiento planetario.

En su rueda de infatigable curso,
horas estranguladas, marchitas,
colgando de retratos, de diplomas,
destruyéndose en pálidas cartas
de amor, de besos interrumpidos,
de interrumpidos cuerpos desnudos.

Persecutorio su ritmo implacable,
tarareando ya en la cuna su nana
de frescos retoños perseguidos,
de hojas secas precipitándose
al polvo, amarillas de ruina.

También el amor, también, amor,
este hogar en las altas cumbres,
también, amor, tu cuerpo níveo
de besos tatuado, de besos
indelebles a fuego grabados,
alguna vez cenizas, cenizas
de madera cósmica doblegada.

Y el lecho en que cuerpos desnudos,
y el huerto en que afanosas manos,
y la ventana en que el sol crepitante,
todo, todo estranguladas horas,
todo briznas secas aventadas.

El reloj persecutorio, amor,
el reloj y su flecha febril
infatigable tras nuestros pasos.

Pero el día joven despertando,
y largo su camino entre tus brazos.

16. Hogar en llamas

Acoja un hogar en llamas
al último desterrado
de tu suelo inconsistente,
de tu territorio de humo,
oh tú, patria sin navíos
ni estrellas, ni límites
en la bruma ilimitada.

Desde ti su vuelo fantasma,
su zarpe en la ceguera
de los ojos descerrajados,
de los ojos en niebla natal,
madre de los hijos errantes,
madre de los desterrados
por todas las rutas del mundo.

En llamas tu hogar receptorio
al último retoño ciego
desde fiebres y desvaríos,
en llamas tu nido natal
hundido en las vegetaciones
del tórrido estío pluvial,
o de calendarios girantes.

Allí volver con mis criaturas
de enfermiza inconsistencia,
allí regresar llorando
con mis navíos fantasmas,
y tocar la bruma natal
con el corazón acosado,
y hundir los dedos trémulos
en el humus reconocido.

Acoja tu hogar en llamas
mi obscuro, obscuro destierro,
y amamanten tus ubres
de leche desarraigada
al último retoño ciego
extraviado en los regresos.

18. Igual

Igual si la duración
del círcuíto del agua
por los pliegues de la atmósfera,
igual si la caligrafía
de los destinos terrestres
en el sueño deshojada,

igual, igual, hermanos,
igual, habitantes insomnes
de oráculos y alfabetos,
igual si la trepidación
de la mano en la hora crucial,
de la voluntad capitular
y sus ruedas rechinantes,

igual, igual si acólitos
de Dios o del demonio,
de las Musas o de la muerte,

el mismo pan ácimo,
el mismo trago de hiel,
la misma desbandada
de plumas negras huyendo,
el mismo coro de ánimas
luctuosas desgañitándose
a la hora de la verdad.

Ojo cósmico de luz digital,
en tu infalible clarividencia,
en tu monarquía de luz final,
nuestros trémulos destinos
en tu balanza sin prez ni perdón.

E igual si los alfabetos
un veredicto jocundo
de esfigie y laurel laudatorio,
igual si el círculo del agua
paralelo a tu sino astral
en las efemérides terrestres.

21. Cornejas

Conmovedor el clamor de las cornejas
roto en metálicas estridencias
dispersas por el aire como esquirlas
de maldiciones, u oraculares voces.

Silenciosos los campos dormidos
en el sopor del tardío verano,
envueltos apenas los árboles mudos
en la tenue exhalación del humus nasal.

Y de pronto los rudos fonemas
de un áspero grito quebrándose
en duros fragmentos de incorpóreo metal,
en guturales sílabas de gargantas
estranguladas, tal vez, de presagios,
oraculares en su desolación.

Luctuoso volátil de alas de luto,
pájaro azabache de la malaventura,
algo en mí conmovedoramente alerta,
algo en mí en tu graznido electrizado,
algo que a mi corazón los augurios
de seres de ultratumba manifestándose.

Y acosado de obscuros presentimientos,
la mano al corazón, los pasos de prisa,
perseguido por rotas estridencias
de metal intangible acuchillándome.

22. Demoníaca

Raudo de demoníaca energía
por todos los registros de Babel,
por todos los grados de la fiebre,
con una cítara desquiciada,
y un anatema de proscrito fervor
por cada rapto luminal,
por cada prometeico fuego fatuo,

¿quién, si no yo, el que, a deshora, iracundo,
en cada puerta sus iniciales
de repentino, irreprimible huésped
envuelto en epítetos y blasfemias,
inaudito de idiomas demenciales,

quién si no yo el que revelaciones
de augur hierático transido
de vaticinios y destinaciones?

Demoníaco con mi instrumento
de ventrílocuo brujo tribal
en la floración de los idiomas,
y el bardo que su tañido en brumas,
apenas un pétalo del pentagrama
en la equidistancia de los idiomas.

Para todo trazo prometeico
un soplo de aliento iconoclasta,
una danza de ménade extasiada,
un arrullo de encinas sacudiéndose.