Madre
Oceánica (1999)
5.
Madre oceánica
Madre
oceánica,
Madre súbita conmoción
de aguas por la sal
convulsionadas,
de aguas de espirales lenguas
lamiendo el aire trémulo
en su vaivén incendiario,
sacudida de espuma
y rigor planetario,
Madre
furia atávica,
Madre furia secular
ejercida en las edades
habitándote
y haciéndose habitar,
arrollándote
y haciéndose arrollar,
Madre
electricidad,
Madre cristal eléctrico
rasgando la atmósfera
con su trizadura
de centelleante luz agonal,
horrísona y dulce
tu música de instrumentos
tañidos por un titán,
Madre
tempestad,
Madre sacudimiento
del agua en su vasija
de piedra astral,
condecorando de espumas
tus mejillas fugitivas
y fijas en la gravedad,
remeciendo el firmamento
con su alarido de bestia
herida en su maternidad,
Madre
planeta indómito,
Madre combate infernal
de elementos iracundos,
de íntimas fuerzas quebrando
sus espadas en la mar,
de tromba arremolinando
su precipicio de pánico
y espiral velocidad,
Madre
sacudiendo en mí
sus lágrimas seculares,
Madre precipitándose
en su eterna conflagración
de ruidos crepusculares,
de sal materna pegada
a mis huesos transhumantes,
de aguas irrenunciables
llevándose su heredad
de vínculos filiales,
Madre
océano en llamas,
Madre ciudad litoral
sacudida de tormentas,
Madre muda humanidad
gritándome desde la sal
en sus lenguas quebrantadas,
continuando su existencia
en mi existencia de mares
sonando su inmensidad
de soledades saladas.
9.
Pasos perdidos
Si
sacudiera, Puerto,
si sacudiera tus placas terrestres,
y resquebrajara tu costra
de inaudito mineral
por la sal oceánica
galvanizado,
si
conmoviera tus cerros
el teúrico aleteo
de aves precámbricas despertando
en tus marítimas entrañas,
y se desprendiera, Madre,
tu arquitectura acrobática
en el aire suspendida,
y
regresaran mis pasos
a buscarse entre las ruinas
de tu faz en desorden,
¿hallaría, Puerto, mi hogar
disgregado sin cómputo
por tu calendario en ruinas?
¿Hallaría
mis raíces
sepultas en la filiación
de congénitas afinidades?
Si
un súbito sacudimiento
rompiera la cristalería
de tu caótica arquitectura,
y regresaran mis pasos
a pesquisar su génesis
en el atroz desorden,
¿hallaría,
Puerto, mi hogar
disperso en las direcciones
de tus barrios rotos,
hallaría, Madre, mis pasos
sepultos bajo las ruinas
de tu faz resquebrajada?
Si
un temblor infernal,
si un cataclismo enorme
te conmoviera, Valparaíso…
12.
Procesión
Ya
inalcanzablemente
escaleras abajo,
la procesión de rostros
perdiéndose en la niebla
del vaho marino,
la procesión de seres
afiliados a mí, y extraños,
sangre de mi sangre, y ajenos,
internándose en la latitud
de brumosas distancias.
Tal
vez llegaron tarde,
o no rompieron el ruido
ritual de las paredes
donde los otros huéspedes
colgaban, detenidos,
o no pertenecían
ni eran, tan sigilosos
cruzando los pasillos,
a esa hora pálida
de ningún reloj,
de ninguna tarde.
O
tal vez las largas fiebres
de invierno, bajo el ruido
áspero de la lluvia,
y el narcótico vapor
de amargos brebajes
y pócimas vesperales…
Sí,
tal vez no llegaron,
tal vez nunca estuvieron,
ni fueron, ni volverán
con sus rostros apenas
discernibles en la lobreguez
de los lóbregos pasillos.
13.
Planimetría
Fuera
de tu destartalada
planimetría, Valparaíso,
fuera de la demencia
de tus calles rotas,
torcidas, quebrantadas,
inclinadas sobre el mar
con su enferma arquitectura
de casas retorcidas
en osados alardes,
fuera
de tu geografía
desquiciada por remezones
de iracundas placas terrestres
elevando tus promentorios,
fuera
de tus calles grotescas
desvinculando los vientos
en su cardinal desorden,
fuera,
Valparaíso,
de tus conductos perdidos,
extraviados en la fatiga
de tus cerros extenuantes,
en tu mágica orografía,
amado puerto en brumas
en el final de los mares,
fuera
de la disposición
de tus direcciones rotas
por tempestades y vientos,
por terremotos meciendo,
remeciendo y estremeciendo
tu volumen disgregado,
fuera
de tu caótico desorden
de casas clavadas
al azar de las rutas
abiertas por el viento,
nada
más, nada más,
nada más, Valparaíso,
que un anárquico conglomerado
de casas equilibrando
su infernal arquitectura
en el embate marino,
que los ruidos oceánicos
estremeciendo el aire, dotando
de un orden atroz tu desorden,
de mágica disciplina
tu indisciplinada planimetría.
16.
Espumas
Devastadora
magnitud
de espumas irredentas
señalando en su altura
de atronante contorsión
el límite de la sal,
la extensión de su ira.
Desde
aquí navegaciones
hacia los siete mares,
desde aquí barcos fantasmas
atravesando la niebla,
y tripulantes pálidos
buscándose en cada puerto,
rastreando sus raíces.
Oceánica
majestad
aromada de espumas,
atravesada por ráfagas
de sal centelleante,
cruzada por rachas
de huracanado soplo
de la Oceanía.
Puerto
longitudinal
en los escabrosos riscos
del océano iracundo,
de tu crujiente estandarte
sólo una hebra de sal,
sólo un ruido planetario
de aguas enardecidas,
para este náufrago asido
a un madero tambaleante.
Sólo
un rapto de espumas
depositando en el viento
sus minerales velocidades,
sólo una cascada de aguas
desplomándose del sueño,
para este nauta atascado
en su naufragio terrestre.
Una
ola inexorable,
la crujiente magnitud
de sal oceánica
en el viento quebrantándose,
para éste, tu hijo ausente,
para este tripulante
de tus naves perdidas.
Devastadora
inclemencia
de espumas desprendidas,
de mar ensordecedora
señalando en su requiebro
mi temblorosa ausencia.
17.
Fruto impuro
Sólo
terribles resistencias
trascendidas, humanos,
sólo los capítulos del sueño
y sus cruentas pesadillas
sobrevividas, hermanos,
este fruto impuro
cortado de ramas nocturnas
de ardua persecusión
por selvas persecutorias.
Sonámbulo
el poeta
con su confuso rebaño
por inquietantes praderas,
pastor sin domicilio
en la inmensa heredad
de la hierba olorosa,
incansablemente en vela
de equinoccio a equinoccio.
A
la primavera
en polen meditativa,
también el silencioso auriga
con su carro noctambular
y sus hambrientos corceles,
también el hijo inhóspito
sin lugar ni natalicio.
¿Hasta
cuándo, hermanos,
la porfiada persecusión
a través de crecimientos
y bíblica carencia,
a través de alfabetos
de infructuosa arcilla?
Porque
sólo ímprobas resistencias
trascencidas, hermanos,
sólo enorme multitud
de pastos examinados,
este fruto impreciso
cortado en sigilo
de árboles impuros.
21.
Ascensores
Entre
la asistemática
arquitectura de tus cerros
emergiendo, grotesca,
del vaho marino,
tus ascensores, Valparaíso,
tu columpio náutico
entrecruzando en el viento
sus naves delirantes.
Por
ellos una población
de abigarrados rostros
su diario trajín vital,
su tráfico de especias
y noticias de ultramar,
su ardua comunicación
con la Capitanía.
Antes
que las escaleras
izaran su trapecio
escalonado hasta el cielo,
antes que las calles
sometieran la rudeza
de los salvajes cerros,
y antes que el motor
sonara en las altas cumbres,
tus
mágicos volantines
de metal trepidante
elevando en el viento su grácil equilibrio,
tus naves inauditas viajando por el espacio
en un sueño de metal.
Algún
día se irá, Puerto,
tu rústica armada de barcas
navegando entre la bruma,
algún día tu arquitectura
zarpará hacia Oceanía,
y en tus viejos ascensores
una adusta tripulación
de rostros taciturnos,
balanceará en el viento su onírico equipaje.
Algún
día, Valparaíso,
regresarás al mar
con tu oceánica prole,
y tus mágicos columpios
seguirán su movimiento
entre las maternas aguas.
Algún
día regresaré,
y tus vetustos órganos
de chirriante engranaje,
elevarán otra vez
mi vida por el espacio,
y hallaré allí mi infancia
jugando en tus trapecios.
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